Entre medallas y blasfemias: ser mujer en los Juegos Olímpicos de París 2024.

Por: Mireya Flores Santillán

Premio estatal de ensayo.

El verano de este año está siendo particularmente distinto de los últimos tres, al menos, pues por fin volvieron a celebrarse los Juegos Olímpicos de manera masiva y con público. Recordemos que la edición pasada, Tokio 2020, se vio frustrada por la pandemia de COVID-19, y que aun cuando se pospuso para 2021, las condiciones no permitieron reunir a tantas personas por tantos días. Además, a nivel mundial tampoco había mucho ánimo como para estar al pendiente de la justa deportiva. Por esto y otras cosas más, los Juegos Olímpicos de París 2024 han cobrado otro tipo de relevancia.

Y es que, más allá de las cuestiones que tienen que ver directamente con el deporte, hubo temas que suscitaron interesantes conversaciones. Entre ellos, destacaron las insalubres condiciones ambientales del río Sena, las adversidades de la villa olímpica y el contraste que implicó celebrar los JJ.OO. mientras siguen en curso conflictos bélicos. No obstante, también hubo grandes momentos, que tuvieron a mujeres como protagonistas.

Además de las icónicas participaciones de las atletas que ganaron medallas en todas las disciplinas, estuvieron aquellas que con sus contribuciones dieron muestras de una fortaleza propiamente femenina. Por ejemplo, Nada Hafez, esgrimista de Egipto y Yaylagul Ramazanova, de Azerbaiyán, atleta de tiro con arco, quienes compitieron mientras tenían más de seis meses de embarazo.

Asimismo, hubo quienes demostraron un auténtico espíritu deportivo, como Tamires Morena de Araujo, jugadora brasileña de handball que, durante un partido contra Angola, cargó en brazos a Albertina Kassoma, del equipo rival, para llevarla a la banca, después de que ésta cayera al suelo por una lesión de rodilla. O el noble gesto que tuvieron las gimnastas canadienses Ellie Black y Shallon Olsen cuando consolaron y animaron a Mélanie de Jesus dos Santos, de Francia, que se encontraba llorando por haber quedado debajo del 33° lugar de las participaciones individuales.

Igualmente conmovedor fue lo que hizo He Bingjiao, jugadora de bádminton de China, durante la ceremonia de entrega de medallas. En la semifinal, su rival, la española Carolina Marín, sufrió una rotura de ligamento cruzado que la dejó imposibilitada para continuar el partido, por lo que He Bingjiao pasó automáticamente a la final. Sin embargo, cuando la jugadora de China subió al podio para recibir la medalla de plata, honró a su compañera sosteniendo un pin con la bandera de España.

 Probablemente, el hecho de que en París 2024, por primera vez en la historia hubiera la misma cantidad de atletas hombres y mujeres, fue lo que permitió tener constantemente noticias sobre ellas. Desde luego, esto es sólo una cifra, pero no deja de ser representativo, pues tan solo hace cien años, durante los Juegos Olímpicos –también en París, pero de 1924– el porcentaje de participación femenina fue de tan sólo el 4.4%[1]. Sin embargo, el verdadero reto que tenemos hoy en día las mujeres ya no es el estar en el espacio público, sino el cómo estar en él.

Digo esto porque así como hubo mujeres admiradas por varias razones, hubo también muchas mujeres que fueron estigmatizadas por razones de complexión física, raciales y hasta de género. Basta ver lo que sucedió con la participación de la boxeadora, y medallista de oro argelina, Imane Khelif, quien sufrió una serie de ataques de odio, tanto por parte de hombres como de mujeres. Sin duda, este fue un momento que puso en crisis muchos de los debates actuales.

El aspecto físico fue uno de los temas que más se comentaron en algunos medios de comunicación, pero sobre todo, por parte del público. Cualquiera que haya estado en las transmisiones en vivo de YouTube de competencias como clavados o gimnasia, por ejemplo, se habrá topado con decenas de comentarios abominables que los espectadores dejaban en el chat, en donde se tomaban el derecho de hablar sobre el cuerpo de las competidoras, sin ningún tipo de respeto.

Todo esto es una muestra contundente de que las mujeres estamos llegando a espacios cada vez más diversos, con lo cual, ha quedado demostrado que ser mujer es una experiencia con una infinidad de presentaciones que van más allá de los estereotipos eurocéntricos de belleza. Parece increíble que tenga que decir esto textualmente. Pero quizá sea esta la razón que causa demasiado escozor entre la gente, pues es evidente que cuando una mujer no se adapta a la imagen idealizada de “mujer”, se descarta el potencial que pueda tener como ser humano.

La experiencia de los Juegos Olímpicos de París 2024 nos dejó muchas cosas valiosas. Entre ellas, la evidencia de que hay todavía mucho terreno que recorrer para poder alcanzar una emancipación femenina, y con ello, un trato humanamente más igualitario para todas las personas. Creo que lo más valioso que las mujeres podemos obtener de todo esto es seguir cuestionándonos a nosotras mismas para corroborar si es que con nuestra praxis política perpetuamos algún tipo de violencia contra la existencia de otra mujer. Asimismo, y como he dicho algunas otras ocasiones, no debemos bajar la guardia frente a expresiones cuantitativas de igualdad. Todavía queda muchísimo por derribar, pero mientras mantengamos despierto el sentido crítico, podremos tener los ojos bien abiertos para identificar cualquier discurso de odio que pueda esconderse detrás de una sensación de comodidad. Mientras, tal y como nos mostraron las atletas olímpicas, sigamos existiendo como queramos, que es la mejor manera de poner al mundo en crisis hasta que muestre su propia podredumbre.


[1] https://es.statista.com/estadisticas/577583/porcentaje-de-mujeres-participantes-en-los-juegos-olimpicos/ [consultado el 12 de agosto de 2024].

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