Para no olvidar.
Por Daniel Cantó
Era el 15 de marzo del 2010, cuando el hermano del hoy presidente de la República, pronosticaría el futuro que tendría la actual Senadora Minerva Hernández Ramos, y no se equivocó pues dos meses después, tras ser la candidata a la gubernatura de Tlaxcala por el PRD-PT- y Convergencia, terminaría traicionado sus principios y a cientos de tlaxcaltecas que confiaban en ella, declinando a favor de la panista Adriana Dávila Fernández.
Ese 15 de marzo, en una casa aledaña al auditorio municipal de Totolac donde se llevó a cabo la convención de delegados del PRD, Minerva Hernández festejaba su designación como candidata a la gubernatura del estado, y alguien de su equipo le sugirió que llamara a su padrino político el exgobernador Alfonso Sánchez Anaya y con la arrogancia que le caracteriza dijo que NO.
Y agregó, “no me hace falta, además, no tengo deseos de ver a su esposa, ni a él y si se enojan ni modo”; molestos, los perredistas que habían trabajado junto a Sánchez Anaya le mencionaron si no le preocupaba el capital político del exgobernador a lo que ella contestó: “No, además Alfonso y Maricarmen no representan nada; son sólo dos votos” y soltó la carcajada de forma irónica.
Días después, Alfonso Sánchez Anaya, respondió a un grupo de periodistas sobre las palabras de su ex pupila de la cual dijo desconocer el por qué de sus argumentos y que él y su esposa solo le deseaban lo mejor.
Sin embargo, al final de la entrevista, lamentó que el PRD tuviera una candidata “tan débil y sin preparación ni experiencia para dirigir el rumbo de Tlaxcala”, y le auguró una estrepitosa derrota.
Efectivamente, el martes 29 de junio del 2010, la sonrisa se había borrado del rostro de Minerva Hernández. Visiblemente afectada, con lágrimas y la voz entrecortada, la hoy Senadora acusó que su partido la había abandonado y entregado, culpó a todos de su fracaso, y terminó alzando el brazo de la panista Adriana Dávila.
Fueron muchos los errores que cometió Minerva Hernández durante su campaña, alejar con su arrogancia a todos los perredistas, y otros imperdonables como humillar públicamente al hoy fallecido Alberto Amaro Corona, o gritarle al periodista también difunto Pedro Morales.
Y otros deslices como decirles tontos y nacos a los pobladores de San Vicente Xiloxochitla, por nombrarla «Reina del Taco», mote por el que fue conocida en su campaña y que maldijo siempre por haberse permitido ser fotografiada comiendo tacos de canasta y aceptar ser nombrada «Reina».
Lo cierto es que los tlaxcaltecas nunca le perdonarán a Minerva Hernández, tantas traiciones juntas. Es la hora que políticamente no se repone; voraz de atención y foco público, hoy la podemos observar despotricando en contra de todo el trabajo del gobierno federal y estatal.
La ya desgastada Senadora está por cerrar su ciclo, pues no vemos que pueda obtener otro puesto para seguir viviendo del erario.
Parece que se acerca el fin de la ilusión política que imaginó la humilde chica de Texoloc, un símil de «Teresa» a la tlaxcalteca, que terminó siendo devorada por la ambiciosa mujer que se abrió camino a base de puñaladas por la espalda.
Arturo López Obrador estaba equivocado en una cuestión, Minerva Hernández sí sirve de algo: Para traicionar, vender las causas y sacar provecho de la situación.