POBREZA: UN PROBLEMA SOCIAL QUE NO SE RESUELVE SOLO CON DINERO

Por Liliana Becerril Rojas

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Hablar de pobreza es abordar un tema muy complejo debido a la amplia gama de manifestaciones que tiene. Por un lado, una ciudad experimenta un tipo de pobreza que no se asemeja a la que se vive una comunidad rural. Su temporalidad puede variar, ya que una persona puede vivir en pobreza de forma transitoria como resultado de un desastre natural, por un severo problema de salud o por la pérdida de las cabezas de familia, pero también existe el otro extremo, los grupos ancestrales que han vivido en paupérrimas condiciones de vida durante generaciones, como los grupos indígenas, por lo que son vulnerables con respecto al resto de la sociedad. Asimismo, la pobreza que enfrenta un menor no es la misma que enfrenta un adulto o una persona de tercera edad. Tampoco es la misma pobreza que encaran las mujeres que la que enfrentan los hombres, solo por dar algunos ejemplos. Con base en lo anterior es de entenderse que ha generado diversos métodos de medición.

En México, el organismo encargado de medir la pobreza es el Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (CONEVAL), y lo hace considerando, por lo menos, 9 indicadores: ingreso per cápita, rezago educativo promedio en el hogar, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a la alimentación, grado de cohesión social y el grado de accesibilidad a carretera pavimentada y se basa en los datos recabados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), con una periodicidad de dos años.

Por otra parte, cada administración pública que llega al poder crea programas asistenciales enfocados a atender los problemas derivados de la pobreza en sus diversas dimensiones. Como el programa universal “Supérate”, así como su variante “Supérate Mujeres”, derivado de la pandemia; ambos instrumentados y aplicados por el gobierno de Tlaxcala, tanto en las ciudades como en las comunidades rurales; a partir de 7 componentes principales: apoyo monetario mensual; esquemas de aseguramiento de vivienda y de vida; entrenamiento de habilidades productivas; transferencias de activos para desarrollar una actividad productiva; el acompañamiento, apoyo e incentivos monetarios para ahorrar; atención a primera infancia y acceso a programas estatales y federales que resuelvan las carencias sociales. Con ello se esperaría que los índices de pobreza disminuyeran, reflejándose en la calidad de vida de los beneficiarios. Sin embargo, de acuerdo con los datos proporcionados por el CONEVAL correspondiente al periodo 2018—2020, el incremento de la pobreza en nuestro estado fue de un 9.3%, un índice preocupante y que hace inevitable comparar estos resultados con los que compartiera el ejecutivo de la entidad, en un mensaje por motivo de su V y último informe de gobierno, en la que asegura haber reducido la pobreza extrema en un 50%.

Quizá la respuesta a este contraste de resultados encuentre su explicación en que la pobreza no puede ser resuelta a través de un programa universal, debido a la diversidad de factores descritos al inicio de este texto, puesto que los beneficios de aplicar un programa universal

impactan más en favor de la administración pública que en favor de los beneficiados, porque estos últimos han sido, históricamente, clientes políticos de las diversas instituciones partidarias, que ven en los sectores vulnerables un botín que les garantiza el triunfo en la urnas, pero que jamás resolverán sus necesidades, porque de hacerlo, perderían el poder que ejercen a través de programas asistenciales, insuficientes para terminar con las causas de la pobreza, pero suficientes para mantener vigente la dependencia económica que condiciona el voto. #LBR #DignaRebeldía #RevolucionariaSocial

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