Sentido de responsabilidad: el despertar de la consciencia.

Por Liliana Becerril Rojas

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Las calles sucias, las coladeras saturadas de basura, pasajes peligrosos y cuellos de botella en las principales avenidas, parecen ser un común denominador en las ciudades y poblados de los países que conforman al “tercer mundo”. Son condiciones que afectan a la calidad de vida de sus habitantes y que no deberían presentarse si tomamos en cuenta que existen servicios provistos por el Estado, como servicios de limpia, de obras públicas y de seguridad, entre muchos otros; entonces surge un cuestionamiento ineludible ¿cuál es el origen de estos problemas? La falta de responsabilidad que recibimos como herencia y que legamos a nuestra vez.

Cuando no asumimos nuestra responsabilidad buscamos culpables, deslindándonos de las acciones que deberíamos realizar para evitar los problemas sociales que nos afectan. Nos quejamos, nos victimizamos, pero no asumimos la posibilidad de que seamos parte de ese círculo vicioso. Es un asunto que tiene sus raíces en la formación ética que nos inculcaron en nuestro entorno familiar y que replicamos a nuestros hijos. Quizá en nuestros hogares sí procuramos mantener el orden necesario para que vivamos en condiciones higiénicas, establecemos reglas que favorecen a una convivencia armónica entre quienes conforman nuestro entorno más cercano, cada quien tiene un rol especial y destacamos el esfuerzo que hacemos para que contemos con todos los servicios que hacen nuestra vida más cómoda y funcional. Pero establecemos una frontera entre el interior de nuestras casas y nuestro vecindario, nuestra colonia, nuestra comunidad y nuestra ciudad o municipio. Es un error que solo resolveremos si nos hacemos conscientes del impacto que tiene nuestra participación, positiva o negativa, en nuestro entorno.

Si nos asumimos como elementos determinantes de las condiciones en la vida que ofrece nuestra comunidad, entonces podremos observar que la toma de acciones en la mejora de nuestro entorno impactará en la calidad que tendremos al interior de nuestros hogares. Si nos hacemos conscientes de que las pequeñas tareas como limpiar nuestras banquetas, respetar el mobiliario urbano como botes de basura en lugares públicos, luminarias, paradas de transporte público, recintos gubernamentales y pagar nuestros impuestos, estaremos contribuyendo a que haya menos inundaciones, menos focos de infección, más seguridad en las calles y lograremos una convivencia más armónica con nuestros vecinos, lo que se reflejará en la confianza que tendremos al deambular en cualquier sitio.

Cuando despertamos nuestra consciencia social, nos podemos ver como agentes de cambio y comprendemos que la educación, los valores morales y los buenos hábitos no solo se practican en el interior de nuestras casas, porque entendemos que nuestro hogar también se

integra de nuestras calles aledañas, de nuestros parques y de los servicios públicos por los que pagamos y es nuestra responsabilidad que las calles estén limpias, que las coladeras no tengan basura, que las heces de nuestras mascotas no incrementen la contaminación del ambiente y que se reduzcan los accidentes viales al respetar las señales de tránsito. Somos depositarios de los principios que nos rigen, somos claves estratégicas en la construcción de la sociedad a la que deseamos pertenecer.

Cuando despertamos nuestra consciencia, entendemos y asumimos nuestra responsabilidad de tal forma que ejercerla no es una imposición sino una iniciativa que nos permite crear las condiciones idóneas para generar el desarrollo integral que nos saque de un “tercer mundo”, para hacernos merecedores de una calidad de vida propia del “primer mundo”. Nosotros hacemos la diferencia.

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